El amor al club
Yo jugaba rugby antes, pero me enamoré de él cuando entré a mi club Stade Francais.
De niño nunca tuve muy claro el porqué, pero al crecer se hizo evidente. Todo lo que me gustaba del club se veía reflejado en ciertas personas, hombres gigantes que lo habían formado como tal. Por ejemplo, toda la fortaleza y el vigor físico que caracteriza a los jugadores del club estaba personificado en Leonardo Kitsteiner, jugador histórico del club. Autor de proezas heroicas como participar de un sudamericano de atletismo, para luego inmediatamente ponerse los cortos y representar a los cóndores o salvar a alguien que se estaba ahogando en el canal San Carlos al frente de la entrada principal del Stade. Por cosas del destino, fue la persona que me enseño a hacer pesas. Partió el entrenamiento con la famosa historia griega, y ya saben que para poder levantar un toro hay que primero comprar un novillo y levantarlo todos los días. Esa fábula lo refleja perfecto, de la forma que él concebía el mundo. Él era una culto a la vida misma, a todo lo que crece, a lo fuerte, autónomo, a lo que compite y gana. Por eso era capaz de tener la sensibilidad filosófica de enseñarte los fundamentos de levantamiento de pesas con una historia, sin embargo también podría ser cruel y decirte que nunca ibas a ser bueno para el rugby, de humillarte, simplemente para ver si tenías la determinación de mostrarle lo contrario. Quería ver si había vida, vigor, ambición en ti. Fortaleza pura, era el cuerpo del club y fue el mejor entrenador que tuve.
El Stade en el que crecí también estaba fuertemente influenciado por la figura de Claude Farré, la antítesis de Don Leo. Débil físicamente y profundamente compasivo, su rol siempre fue fuera de la cancha, uniendo el grupo y cumpliendo cualquier rol que fuese necesario para que saliera todo bien. Si tenía que ser el cajero de un evento para cuidar la plata, lo hacía y punto. Entendía perfectamente que los clubes salían campeones no en la cancha sino en el camarín y en el quincho, en este caso la Maison. Siempre preocupado de que estuviéramos uniformados y felices.
Irrupción del rugby femenino ¿Quién fue su padrino y acérrimo defensor, frente críticas y ataques monolíticos? Claude. Y con su simple mentalidad republicana, que a nosotros los chilenos nos pueda parecer extraña, de que somos todos iguales. Fue capaz de crear una rama femenina profundamente exitosa. No es de extrañar que luego de su muerte esa misma rama buscó otro club. El corazón del Stade.
Todos los entrenadores que tuve en Stade tenían un rasgo común, que nunca pude identificar hasta que conocí a Jean-Piere Juanchich. Ahí entendí de dónde venía percibir el rugby cómo algo existencial, cómo un acto de rebeldía que exigía una cuota de locura, de tener un compromiso total y una disciplina férrea. Con él habíamos heredado una concepción del rugby. Las personas que él había formado habían creado una columna vertebral en el club que llegaba hasta mí, un simple jugador. Sus principios y visión del deporte emanaban en todo el club. Su amor por el rugby era tal que lo llevó a llevar la buena nueva, al igual que un pastor, a todos los rincones del país. Su éxito fue total y la ovalada se movió sonriente en el país de Arica a Punta Arenas. Él era la mente del club y la razón de porque en Stade de enseña con historias, símbolos, sensaciones. Existe un inconsciente colectivo. Sabía a la perfección que el rugby es tanto irracional como racional. Era un genio, un extranjero, un profeta que venía de la tierra prometida.
Cuento mi relato personal de las razones que me hicieron amar a mi club y a pesar de estar alejado de él, me hace amar el rugby. Es mi forma de hacer un homenaje a todos los clubes que fueron capaces de enamorar a sus jugadores y enseñarle lo que es el rugby de verdad. Sea cuáles sean esos motivos.
Que fortuna de agarrar la pelota siempre con cariño, porque el rugby se me enseño con amor. Que tristeza profunda me da aquellos que juegan por compromiso o cualquier otra razón, de que nunca han mirado este deporte enamorados perdidamente. Nunca podré entender que pecado estarán pagando por poder estar tan cerca de algo tan placentero y jamás poder distrularlo.